Pueden ser beneficiosos para las comunidades luego que el COVID-19 evocara nuevamente el problema de inseguridad alimentaria en la isla.
Tal como ocurrió luego del huracán María y los terremotos de principios de año, la pandemia de COVID-19 evocó la crudeza del hambre y la inseguridad alimentaria en Puerto Rico, una realidad ante la cual los huertos comunitarios resurgen como solución.
En el Bosque Modelo de Puerto Rico, se trata de una lección ya aprendida. Por eso, con el apoyo del Servicio de Extensión Agrícola de la Universidad de Puerto Rico Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) y el Servicio de Conservación de Recursos Naturales (NRCS, en inglés) del Departamento de Agricultura federal, la entidad habilitó tres huertos en comunidades de Arecibo, Adjuntas y Cabo Rojo.
Específicamente, las comunidades impactadas son Río Abajo en Arecibo, Yahuecas en Adjuntas y Llanos Tuna en Cabo Rojo.
“Aunque sabemos que este es un tema de país, estamos tratando de atender el tema de la inseguridad alimentaria dentro de la huella del Bosque Modelo, que abarca 32 municipios en la zona central rural montañosa de Puerto Rico. Estos tres huertos se construyeron en comunidades de bajos recursos”, dijo el coordinador general del Bosque Modelo de Puerto Rico, José M. Santos Valderrama.
“Promovemos el desarrollo de huertos comunitarios no solo para atender el tema de la inseguridad alimentaria, sino para impulsar iniciativas que puedan fortalecer la economía a nivel local. Los huertos, más allá de producir alimentos, pueden impulsar el desarrollo económico, potenciar la participación comunitaria y la salud ambiental, en la medida que las prácticas agrícolas sean ecológicas”, agregó.
Santos Valderrama contó que la habilitación de los huertos inició en septiembre pasado, tres meses antes de que se detectara el primer caso de COVID-19 en la ciudad de Wuhan, China. La construcción terminó en diciembre, por lo que los huertos llevan cuatro meses en producción.
“Los tres huertos han tenido ya varias cosechas. El que más ha producido es el de Cabo Rojo, pero los tres están activos”, expresó, al reconocer, no obstante, que tantos los terremotos como la pandemia han limitado un poco el mantenimiento de los huertos.
Asimismo, siguiendo las órdenes ejecutivas de distanciamiento social y por temor a contagios, la presencia de ciudadanos en los huertos ha bajado temporalmente.
“Aun así, dentro de las circunstancias actuales, estos espacios son fuente de alimento para las comunidades impactadas”, enfatizó.
“Un problema real”
En opinión de Santos Valderrama, el hambre en Puerto Rico “es un problema real”, y su manifestación más reciente fue el debate en torno a la apertura de los comedores escolares en medio de la pandemia. Quienes favorecían la apertura de los comedores –acordada el miércoles– argumentaban principalmente que son la fuente segura de, al menos, dos comidas para muchos estudiantes.
“El hambre es un problema real, pero el tema pasa muchas veces por debajo de la opinión pública porque nos comparamos con otros países en los que hay hambrunas más extremas. Pero la gente en Puerto Rico pasa hambre, sobre todo las familias de comunidades empobrecidas y de bajos recursos económicos”, dijo.
“Hay una correlación entre la pobreza, desigualdad social y el acceso a alimentos, y no hablamos de comida rápida, sino de alimentos que puedan proveer los nutrientes necesarios para tener una salud integral”, destacó.
Santos Valderrama indicó que los huertos comunitarios ayudan a acortar la brecha entre el producto y el consumidor. Al ser productos locales, el impacto económico es más directo en la gente y, si se emplean prácticas ecológicas, la cosecha también es más saludable.
Resaltó que, aparte de la producción de alimento, los huertos comunitarios permiten que los ciudadanos se involucren en otras “actividades de valor añadido”, como la distribución y la composta. Esta última se produce con los residuos orgánicos que generan los propios huertos.
“Si se reciclan esos desperdicios orgánicos, la comunidad puede generar composta y usarla para producir más alimento o vendérsela a agricultores y compañías locales y generar más ingresos”, dijo.
Tres componentes
Para lograr que los huertos habilitados en Arecibo, Adjuntas y Cabo Rojo cumplan acabalidad con lo descrito por Santos Valderrama, fueron equipados con un banco de semillas y herramientas para cultivo, una cisterna con sistema de riego y una compostera.
“Son huertos dirigidos a la producción de hortalizas”, dijo Santos Valderrama, al mencionar que se siembra, por ejemplo, tomate, berenjena, pimiento, batata, maíz y cebolla, entre otros frutos.
“Son cultivos que, por lo general, consumimos los puertorriqueños y que proveen un buen valor nutricional”, afirmó, tras detallar que la extensión de los huertos varía entre 300 y 500 metros. “Son entre 16 y 20 cajas de siembra por huerto. Si se usa bien el espacio, se puede producir bastante”, declaró.
Al momento, unas 2,000 personas se impactan, directa e indirectamente, con los huertos de Arecibo, Adjuntas y Cabo Rojo. Bosque Modelo de Puerto Rico acompañará a las comunidades en el desarrollo de los huertos, con la meta adicional de ampliar la participación y crear un espacio educativo tanto para los vecinos del área como para visitantes.
Igualmente, en algún momento del año, la entidad hará una nueva convocatoria pública, a través de redes sociales y correo electrónico, para habilitar huertos en otras comunidades. Sería un proceso competitivo y la selección estaría a cargo de un comité evaluador, como se hizo con los primeros tres.